Entre lo bohemio y la melancolía paso mis
últimos días en la misión. No paro de pensar, de reflexionar, de analizar y de
mirar atrás. Es demasiado todo lo vivido en tan poco tiempo para decir tan sólo adiós. Por eso cada día me
escapo de la mano de mi nueva compañera, la bicicleta. Me escapo solo. Me
escapo a pensar. Me escapo a poblados remotos en lo más profundo de carriles
que no llevan a ningún lado. Me escapo a altas montañas donde no existen las vallas, donde se respira libertad y se oye el
infinito. Veo todas esas puestas de Sol que me he perdido inexplicablemente en
este tiempo. Ves el silencio. Desde lo más alto de la montaña más alta de Chezi
se ve la inmensidad. Se ve el Lago, mil colinas y millones de poblados. Se ve
un Sol nuevo, diferente. Sientes el aire fresco de un invierno que seca el
paisaje. Notas la soledad, esa soledad que a veces se necesita. Te sientas y
todo cobra sentido. No sabes por qué, pero todos esos pensamientos, esa
melancolía, ese no saber ni qué sentir, cobra sentido.
Al volver paso las horas hablando con Father Johannes, aquel padre blanco tan anciano como sabio y con un corazon inmenso. Vuela el tiempo hablando de todo mientras me siento orgulloso de tener el honor de haber conocido a una persona asi, sin ninguna duda, la mas sabia que jamas conocere.
En una de esas escapadas aproveché la visita
de Javi y su afición al ciclismo para regresar a Lovimbi, un colegio en
condiciones precarias del que hablé al principio del Blog. Tenía que visitarlos
para darles algunos regalos, y pedirles unos dibujos que me encargaron Active África.
Salimos a primera hora por la carretera. El colegio, como siempre,
impresionante. Es tan pobre como bonito. Se sitúa en lo alto de una montaña,
con el campo de fútbol a los pies y los pequeños poblados rodeándolos. Pedimos
información para futuras ayudas y nos volvimos recorriendo esos poblados tan
auténticos. Otras veces salimos antes de
las 6 de la mañana para subirnos a ver amanecer y desayunar en lo alto de la
montaña, un espectáculo que no tiene precio.
Desde aquella lejanía vi un lugar, y supe que
era mi lugar.
Bajo la montaña más alta, un peñón de roca
blanca se asomaba al abismo. Pensé que desde allí la vista sería espectacular,
pero no sabía llegar. Por lo que una tarde salí decidido a buscarlo. Tardé
bastante en dar con la zona, pero mucho más en llegar a aquellas rocas tan
inaccesibles. No deben ser muchos los que llegasen hasta allí. Dejé la
bicicleta en lo bajo de la montaña y comencé a hacerme paso entre la maleza
para intentar llegar a aquél peñón. Dicen que cuanto más duro es el camino mayor es la recompensa que te espera al
final de él. Y esta vez fue así. Tras más de una hora atravesando
vegetación virgen, allí estaba. Me senté y durante mucho tiempo me quedé allí
solo. Viendo el silencio, oyendo el infinito, respirando la libertad, parando
el tiempo. Supe que aquél era mi rincón. Ordené
mis pensamientos y aprendí a darle un punto y aparte a esta aventura.
Ahora sé que vuelvo a mi lugar, pero una parte de mí siempre quedará en Malawi, siempre quedará en aquel rincón.
Esta foto la hizo Javi desde la mision donde se me veia a lo lejos.
Amayis llevando la Chimanga ( maiz)
Sistemas rusticos para medir la lluvia y el viento.
Rivalidad sin fronteras.
Vista de un poblado desde arriba.
Father Johannes.