Cada vez queda menos y durante estos días estoy intentando
aprovechar al máximo haciendo todas esas pequeñas cosas que quería hacer en
estos meses y que no he podido por estar con los niños. He visitado otros
lugares, he vuelto al Lago, he visitado otras misiones y he conocido a personas
espectaculares. He aprovechado para comprar muchos regalos pensando ya en la
vuelta y he regalado toda mi ropa y medicinas.
Uno de los viajes fue a Salima, la ciudad más cercana al
Lago. Aquel día los niños estaban ocupados por lo que tenía el día libre. Decidí coger el primer minibús que
pasara por la puerta donde fuera ( aunque realmente sólo había dos opciones,
Lilongwe o Salima). Allí conocí la ciudad, paseé por sus diferentes mercados
tradicionales, ropa, tallas de madera, comida, telas , comí en un restaurante
malawiano, donde por menos de 1 euro te ponen un gran plato de arroz, verduras,
carne, tomate, etc, en un recinto enano en medio del mercado hecho con cañas,
toda una experiencia. Proseguí mi camino
hasta el Lago en Matola, allí disfruté algunas horas entre pescadores. Volví
haciendo autostop hasta Salima y compré en el mercado tradicional de maderas
algunas tallas. Ya de noche me volví para Chezi con un día más ganado al
tiempo.
Pero si algo debo
destacar en estos días es haber conocido a un personaje excepcional. Se llama
Julio, y es un padre blanco de Zaragoza que lleva 45 años en Malawi y que de
verdad está metido en el barro. Ayuda en el barrio más pobre de Lilongwe y está
sólo. Recibe muy poca ayuda y él dice ser muy malo para pedirla, por lo que
como me dijo si su proyecto sigue en pie es gracias a un milagro. Gracias a la
ayuda desinteresada de particulares que ponen su granito de arena, y aquél día
no quise ser menos. Me enseñó su misión, tan sólo tiene una Iglesia , un campo
de fútbol y una casa para las costureras, todo hecho por la misma gente del
barrio. Ninguna organización le ha dado nada. No tiene luz, ni pozos de agua ni
nada, pero cada día dan clases bajo un árbol, los voluntarios del barrio tejen
para venderlo después y organiza diferentes proyectos de ayuda a la gente más
necesitada del país más necesitado. Cuando hablas con él te sientes un
privilegiado de haberlo conocido. Es la voz de la experiencia, del que lo da todo
y no espera nada, de quien de verdad ha hecho de la vida de los demás su vida.
Tras pasar un día con él le dejé todo aquello que no consideraba necesario para
volver, ropa, medicinas, libros y material de estudio, etc. Seguro que allí lo
necesitan más que en cualquier otro sitio del mundo.
Aparte de otras visitas, hemos comenzado ya a ensayar la
fiesta del día 14 en la misión. Javi y María se han venido a Chezi para estos
días tan especiales y comienzo a cerrar todo eso que quería hacer aquí. El
“termo” que algún día dio agua caliente se ha roto del todo en pleno invierno
Mañana es mi partido de despedida y se ha organizado una fiesta con muchos
detalles, pero eso ya es otra historia.
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