martes, 17 de julio de 2012

EL DÍA DE LA DESPEDIDA.


Y como si nada, sin avisar, machacando el tiempo con una fuerza desmesurada y sin poderlo haber asimilado aún, llegó el día de la despedida. No pasó mucho tiempo desde que llegué cuando pensé por primera vez en este día. Pensé en él con miedo, con tristeza. Bien sabía que iba a ser un día duro, por eso, como tantas veces he repetido, intenté en vano detener el tiempo para no ver nunca lo que hoy he visto, y es ver marchar a unos niños a los que he querido como míos y a los que, Dios quiera que no, puede que no vuelva a ver.
Hoy me levanté bien temprano, aproveché para ir a la misa de las 6 de la mañana con ellos y poder así despedirme. Se notaba que era un día diferente. Al principio no me percaté de  qué era lo que sucedía que lo hiciera distinto, pensé que faltaba algo, o que quizás tan sólo era yo. Pero pronto me di cuenta. No había sonrisas. Era el primer día desde que estoy aquí en el que vi que los niños no sonreían, no bromeaban, no reían, no eran felices.
Quizás siempre pensé egoístamente. Pensaba en mí. Pensaba en lo duro que sería despedirme de esos niños que me han enseñado tanto, a los que he querido y a los que he hecho un hueco en mi corazón para siempre. Pero no pensaba en ellos. Tan pequeños y tan malacostumbrados a las despedidas, a tantas despedidas a las que la vida les pone a prueba. A empezar a querer a gente a la que tienes que decirle adiós. A despedirte de aquél que ocupaba el vacío que una vez quedó en ellos desde pequeño. Por eso comencé a sonreír. Me había equivocado, no era yo quien podía estar triste, ellos tenían más razones,  no era justo. Así que cambié. Quise aprovechar aquel momento. Dar por última vez todo el cariño que pudiera. Dar esos abrazos sinceros que no saben hasta cuándo no recibirán otro. Dar regalos, ofrecer mi ropa o todo aquello que les hace más falta a ellos que a mí. Empecé a sacarles una sonrisa, esa a la que me habían acostumbrado y que echaba de menos. Esa sonrisa que quería llevarme de recuerdo y que siempre conservaré, como el mejor regalo que me han podido dar en mi vida.
Y así terminó aquí mi historia con ellos, justamente como quería, con una sonrisa mía , una sonrisa de ellos y el sabor de que esta despedida no es más que un hasta luego. Me llevo el mejor recuerdo que jamás tendré, la promesa de volver a verlos y el regalo más grande que la vida te puedo ofrecer, la sonrisa  de alguien que te quiere de verdad.
Hay una canción que últimamente escucho bastante, y es que está tomando bastante significado. Esta canción dice: "me llevo tu sonrisa…amor te lo prometo, cómo y cuándo no lo sé, mas sólo sé que yo regresaré."
Hasta Siempre.




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