Aquí hay un proverbio que viene a decir algo como que el
hombre blanco sabe mucho de muchas cosas, pero que ha olvidado las más importantes.
Y en este tiempo he aprendido que es verdad. Creo que hemos olvidado el
verdadero valor de las cosas. El valor de las pequeñas cosas. El valor humano.
El valor de una palabra, de una mirada, de un apretón de manos, de un abrazo, de
una sonrisa. El valor de dar lo poco que tienes. El valor de no olvidar de
dónde venimos, y a dónde vamos. El valor de reír con las penas y llorar con las
alegrías. El valor de acoger al extraño y tratarle como a uno más. El valor de
ser feliz, aunque la vida se empeñe en lo contrario. Por eso creo que la gente
de aquí es mucho más sabia que nosotros. Ellos no lo han olvidado y cada día me
lo demuestran. Ellos te acogen y te dan todo de lo poco que tienen. Ellos no
tienen nada más que el valor humano, y eso les basta. Ellos no son ricos, pero
son felices. Espero que algún recordemos todo esto y aprendamos de ellos una
lección que no debe olvidarse.
Entre pensamientos seguí caminando durante tantas horas como
kilómetros por todos los poblados que rodean el área de Chezi. Como quién
quiere grabar en su retina un lugar al que ha sentido como suyo, me paré en
cada poblado y aprendía una forma de vida tan cercana a el centro y a la vez
tan diferente. Volvía a estar en el
verdadero Malawi del que ya hablé. Siempre digo que el centro es un oasis
en medio de tanta pobreza. En estos poblados las casas están hechas por ellos
mismos con adobe y paja. Viven sin luz y el agua tienen que ir a sacarla al
pozo más cercano a kilómetros de allí. No tienen más que la ropa que llevan
puestas y algo de maíz plantado que les da de comer. Me senté con ellos y
hablé. Me enseñaron su forma de sobrevivir en situaciones extremas. Me han
acogido y dado todo lo poco que tenían.
He podido conocer la cultura ancestral malawiana a través
del Gule
wan kulu. Un grupo secreto de personas disfrazadas que bailan evocando
a espíritus. A quienes no me han dejado hacerles fotos pero dejo alguna para
que veías qué son. Muchísimos niños y algunos no tan niños estaban realmente
atemorizados ante estos personajes.
Tras atravesar un gran número de pequeños poblados y un río,
volví a Chezi con la lección aprendida. Espero no volver a olvidarla.
GRANDE!
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