O de cómo salí a comer
a Lilongwe y volví al día siguiente de Zambia con Father Johannes.
Como casi cada Martes fuimos a comer a Lilongwe donde nos
encontraríamos con Javi y María. Aquel Martes iba con algo más de prisa pues
teníamos que ir a inmigración. Cumplíamos 3 meses aquí, lo máximo permitido,
por lo que teníamos que pagar 30.000 kwachas para poder quedarnos ( unos 100
euros). La verdad que dolía, aquí es una cantidad inmensa de dinero, pero es lo
que había. Había una opción distinta que consistía en salir del país y volver a
entrar, pero era una locura. No hay gasolina en todo el país, la frontera más
cercana estaba lejos y cualquier tipo de viaje organizado que vimos como
Cataratas Victoria costaba más de 1000 euros. Además de todo ello habría que
pagar visado en el país que entrábamos, en definitiva, demasiado lío. Pero
finalmente fue la única opción. En inmigración nos pusieron miles de problemas,
cartas, justificantes, etc. Por lo que Javi, María y yo decidimos intentarlo.
Se lo explicamos a
las sisters de Área 49 y accedieron a dejarnos el coche, por lo que esa noche
dormía en Área 49 y a la mañana siguiente temprano iríamos a la frontera. No
llevaba nada, ni siquiera el certificado de fiebre amarilla necesario para
entrar en Zambia.
Pero allá nos fuimos, tras pasar por la misión de Ludzi,
cercana a la frontera y espectacular, llegamos a la línea que divide los dos
países esperando que no nos pusieran demasiados problemas. El visado de Zambia
costaba 50 dólares, pero esto era Malawi. La policía se acercó, como siempre
hace para “ solucionar ” las cosas de otra manera más fácil. Finalmente tras
una negociación nos dijeron que por algo menos de 70 dólares nos ponían los dos
sellos, de entrada y de salida y como si no hubiera pasado nada. El soborno
aquí es algo que se ve todos los días en cada control de policía. Por quitarnos
de problemas y ante la necesidad de solucionarlo cuanto antes accedimos y tras
5 larguísimas horas tirados en tierra de nadie nos devolvieron los pasaportes
con la entrada y salida del país en la
semana anterior. Fue una solución intermedia que dejaba contentos a todos y que
me ahorraba algo de dinero que ya he invertido en regalos para Lola, mi futura
sobrina y ahijada.
Al volver paramos en
otra misión bastante impresionante pero me preocupaba porque se me hacía tarde
para volver a Chezi y no podía permitirme un día más sin dar clases. Pero como
por obra divina nos encontramos en el arcén parado al Padre Johannes, aquel
impresionante anciano que tranquilamente leía el periódico en su coche, el cual
debía ser de su generación, parado porque los coches iban muy lentos decía. Me
volví con él hasta Chezi mezclando una profunda conversación sobre la vida con
una conducción más que temeraria. Paramos en otra misión ya de noche y
recogimos a varios autoestopistas por lo que el viaje se alargó más de la
cuenta pero se hizo muy ameno. Ya de noche cerrada llegué a Chezi con mi
pasaporte sellado tras haber salido el día anterior sólo a comer. Por fin soy
legal otra vez, al menos durante un mes más. El mes que viene ya veremos.
ME VOY A VER ESPAÑA, EN ALGÚN LADO LO PONDRÁN…
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