martes, 10 de abril de 2012

Buscando a Anderson Chapotera.


Como en las mejores novelas, todo surgió por casualidad. O no.
El pasado 2 de Enero, como cada año, mi padre celebró una fiesta por su santo en casa. Allí, muchos de sus amigos supieron que en poco tiempo me iba a África.
Juan, un amigo de mi padre que siempre está de guasa , me dijo que tenía apadrinado un niño precisamente en Malawi, y entre risas hablamos de que si lo encontrase por todo el país le avisara para mandarle cosas. Yo, conociéndole, me lo tomé en broma.
 Pero hace dos semanas me escribió un mail. Me ponía su nombre y una foto, lo cual me sorprendió bastante. Era verdad, aun así seguía siendo un niño en un país donde hay millones de niños, y sólo sabiendo el nombre y su foto sería imposible.
Lo he encontrado.
Un día, hablando con una de las sisters me dio por preguntar, por si acaso. No lo conocía como era lógico, pero sabía de una persona que conoce a muchos niños y le preguntaría. Esta persona tampoco lo conocía, pero le sonaba el apellido por otra hermana de otra misión, a ésta, le sonaba el apellido por su madre porque cree que trabaja en otra misión distinta……. Y así durante dos semanas. Finalmente, una sister de una misión a 3 horas de aquí me dijo que creía que era el hijo de una de las trabajadoras de allí, pero que no vivía en la misión. Por ello quedé con su madre en que iría un día a verlo, así podría saber Juan cómo estaba su hijo apadrinado, si vivía bien, comía bien, iba al colegio, etc. Ayer me decidí y salí a buscar a Anderson Chapotera.
Le llevé regalos, comida, libros, dinero y demás en nombre de Juan, le pregunté por todo para que tuviera información sobre su situación. Me hice fotos con él para que le viera y le escribió una carta de agradecimiento. Como Juan es tan sevillista como yo, me llevé la bandera centenaria para que viera que guío a Anderson por el buen camino, y así de paso la paseaba por Malawi.
No soy yo quien lo tiene apadrinado, pero he disfrutado como si lo fuera. Sólo con el nombre he encontrado a un niño y he hecho feliz  tanto a Juan como a Anderson.
 Sólo es un niño en un país de millones de niños, pero parece que el destino me esperaba una vez más con una sonrisa en África.




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