martes, 1 de mayo de 2012

INTO THE WILD.


Irremediablemente perdido en algún lugar camino a ninguna parte, comienzo a anotar algunos detalles que mi memoria  querrá borrar,  mientras persigo un viaje frustrado con más corazón que cabeza. Pero este  día tan lleno de sensaciones y experiencias inesperadas comenzó  la semana pasada, cuando  María, Javi y yo decidimos hacer un viaje sin rumbo fijo. Ahora, tras cambiar por enésima vez el destino, me encuentro tirado en  el poblado más remoto y perdido del mundo, donde cada segundo me hacen ver que es la primera vez que ven a un Azungu.

Hemos tardado casi 8 horas para 200 kilómetros, intercambiando varias  matolas y minibuses donde viajamos hacinados junto a otras veinte tantas personas y animales muertos. Nos hemos quedado tirados por gasolina, aceite, reventón de rueda o caída de maletas. Hemos hecho paradas de horas para esperar no sé a qué y he negociado precios con un Chichewa más que aceptable. Y por fin, sin saber muy bien dónde llegaremos y cuando más negro estaba todo, fuimos salvados por un blanco.

 En un acto entre la misericordia y el interés, el dueño de la reserva de vida salvaje de Nkothakota nos encontró en este poblado y se apiadó de nosotros. El parque está enclavado a la orilla de un impresionante río, rodeado ( en teoría) por animales en libertad como elefantes, jirafas, cocodrilos, monos, leones y un largo etcétera, en teoría. El sitio era impresionante, cabañas de madera a 10 metros del río y con todo lujos a precio de camping. Tras llegar nos prepararon una visita que llegaba a un mirador para la puesta de Sol, impresionante, aquello sí era la naturaleza africana que en tantas películas hemos visto. El restaurante era una casa árbol de tres plantas impresionantes. A la mañana siguiente acordamos una ruta guiada donde podríamos ver animales y que terminaba en una cascada. Ya nos avisaron que la estación no era la más apropiada, la vegetación está muy alta y eso  podría hacer que no viésemos a los animales, aunque ellos a nosotros sí. El guía no hacía más que reírse pero bien poco se reía durante la ruta cuando, armado con una buena escopeta, parecía ir más asustado que nosotros mientras olía mierdas de elefantes y miraba a todos lados diciendo que estaban muy cerca. La situación fue de broma, yo no sé si entraba en el guión pero más de una vez tenías tu susto, cuando estás totalmente rodeado de vegetación más alta que tú y no haces más que escuchar ruiditos…  El balance final, como era de esperar, paupérrimo. Un par de cocodrilos, monos, uno que no sabía ni qué era y mucha mierda de elefante, aunque aprendimos mucho. Antes de acabar aquí en África no me puedo ir sin ver más animales.

No sabíamos cuánto tiempo nos íbamos a quedar. Realmente todo se fue improvisando, por lo que ese mismo día volvimos a Chezi con otra odisea como vuelta, con una compañera especial de viaje, la cabeza de una cabra muerta llena de arañas encima de mí. Al volver, como ya comenté, parecía totalmente recuperado de la semana pasada. Pero tras una pequeña recaída ya lo entiendo todo, esta mañana me lo han aclarado así que en pocos días estaré como nuevo, pero eso ya es otra historia.





No hay comentarios:

Publicar un comentario