Irremediablemente perdido en algún lugar camino a ninguna
parte, comienzo a anotar algunos detalles que mi memoria querrá borrar, mientras persigo un viaje frustrado con más
corazón que cabeza. Pero este día tan
lleno de sensaciones y experiencias inesperadas comenzó la semana pasada, cuando María, Javi y yo decidimos hacer un viaje sin
rumbo fijo. Ahora, tras cambiar por enésima vez el destino, me encuentro tirado
en el poblado más remoto y perdido del
mundo, donde cada segundo me hacen ver que es la primera vez que ven a un
Azungu.
Hemos tardado casi 8 horas para 200 kilómetros,
intercambiando varias matolas y
minibuses donde viajamos hacinados junto a otras veinte tantas personas y
animales muertos. Nos hemos quedado tirados por gasolina, aceite, reventón de
rueda o caída de maletas. Hemos hecho paradas de horas para esperar no sé a qué
y he negociado precios con un Chichewa más que aceptable. Y por fin, sin saber
muy bien dónde llegaremos y cuando más negro estaba todo, fuimos salvados por
un blanco.
En un acto entre la
misericordia y el interés, el dueño de la reserva de vida salvaje de Nkothakota
nos encontró en este poblado y se apiadó de nosotros. El parque está enclavado
a la orilla de un impresionante río, rodeado ( en teoría) por animales en
libertad como elefantes, jirafas, cocodrilos, monos, leones y un largo
etcétera, en teoría. El sitio era impresionante, cabañas de madera a 10 metros
del río y con todo lujos a precio de camping. Tras llegar nos prepararon una
visita que llegaba a un mirador para la puesta de Sol, impresionante, aquello
sí era la naturaleza africana que en tantas películas hemos visto. El
restaurante era una casa árbol de tres plantas impresionantes. A la mañana
siguiente acordamos una ruta guiada donde podríamos ver animales y que
terminaba en una cascada. Ya nos avisaron que la estación no era la más
apropiada, la vegetación está muy alta y eso
podría hacer que no viésemos a los animales, aunque ellos a nosotros sí.
El guía no hacía más que reírse pero bien poco se reía durante la ruta cuando,
armado con una buena escopeta, parecía ir más asustado que nosotros mientras
olía mierdas de elefantes y miraba a todos lados diciendo que estaban muy
cerca. La situación fue de broma, yo no sé si entraba en el guión pero más de
una vez tenías tu susto, cuando estás totalmente rodeado de vegetación más alta
que tú y no haces más que escuchar ruiditos…
El balance final, como era de esperar, paupérrimo. Un par de cocodrilos,
monos, uno que no sabía ni qué era y mucha mierda de elefante, aunque
aprendimos mucho. Antes de acabar aquí en África no me puedo ir sin ver más
animales.
No sabíamos cuánto tiempo nos íbamos a quedar. Realmente
todo se fue improvisando, por lo que ese mismo día volvimos a Chezi con otra
odisea como vuelta, con una compañera especial de viaje, la cabeza de una cabra
muerta llena de arañas encima de mí. Al volver, como ya comenté, parecía
totalmente recuperado de la semana pasada. Pero tras una pequeña recaída ya lo
entiendo todo, esta mañana me lo han aclarado así que en pocos días estaré como
nuevo, pero eso ya es otra historia.
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